Continuaba en al artículo anterior.
Finalmente llegamos a una película clave de este último año en Hollywood. La Noche Más Oscura (Zero Dark Thirty) de Katheryn Bigelow. Una crónica, más o menos meticulosa, de la búsqueda y muerte de Bin Laden. La única película hasta la fecha que implica un viaje desde el nacimiento del fantasma de Bin Laden hasta su desaparición (al menos física en el imaginario colectivo).
Parece que Bigelow es consciente de que la cinematografía de la industria de su país se ha transformado y mutado durante los últimos doce años (tal y como comentábamos en los dos artículos anteriores). La realizadora, famosa por su estilo imparcial y por ello polémico, tenía la necesidad de construir una crónica de una agente de la CIA y su obsesión con el líder de Al Qaeda. Desconozco si la forma y planteamiento de La Noche Más Oscura es intencionada, o es accidental, pero estoy convencido que tal como funcionan los mecanismos de esta película es una obra clave que cierra un viaje de más de doce años en la cultura cinematográfica estadounidense, y en parte funciona como testimonio de la experiencia espectral de un país sin rumbo ni punto de fuga.
Infantilmente se ha dicho que la película está a favor de las torturas, puesto que son la vía para llegar a la captura de Bin Laden. Bigelow no se posiciona en relación a eso, sino que se posiciona precisamente en no posicionarse. Naturaliza la experiencia de la tortura como un accesorio más de la narrativa y del imaginario bélico colectivo en relación a la guerra de Iraq. En ese primer punto se asume gran parte de la transformación del criterio y juicio moral de la ciudadanía occidental, la cual no ve extraño, ni tan siquiera violento (más allá de una idea puramente conceptual) que se torture en la guerra, y mucho menos a nivel experiencial. ¿Por qué me ha de alarmar ver una tortura, si precisamente a que la tortura ha llegado filmada a los telediarios el cine de terror se ha radicalizado más en su versión más comercial y popular?
El segundo punto que hace de La Noche Más Oscura una película valiente es el de creer el objeto de la película. Creer en el fantasma de Bin Laden y ello todo lo que arrastra en relación a la justificación de la guerra de Iraq, las políticas antiterroristas, las mentiras, el derroche público de dinero, etc. Hacer de Bin Laden un punto de fuga socio-político en tiempos que el castillo de naipes se ha desmoronado, y basar toda la estructura de tu narrativa en ello, es ante todo valiente y digno de prestarle atención, puesto que no estamos ante un panfleto, sino todo lo contrario (aunque sólo sea por la naturaleza del material de la historia).
El aspecto formal de La Noche Más Oscura no quiere ser innovador ni revolucionario. No pretende cambiar el cine digital como Celebración, ni la narrativa como Inception (lo logren o no), el filme de Bigelow es fiel a la corriente estilística del momento, pero a su vez eso hace que La Noche Más Oscura sea genuinamente una película del 2012 influenciada por todo aquel cine que hemos hablado en los artículos anteriores, desde El Caballero Oscura al cine de los hermanos Coen, pasando por las series Homeland, Breaking Bad o la trilogía de Jason Bourne. El que sea una obra de Hollywood del año 2012 hace crucial la validez, en su discurso y meta, como parte esencial y como sustento culminante de una etapa cinematográfica. (Piénsese como ejemplo paralelo todo el cine que surgió durante la decada de la guerra de Vietnam, las lecturas podrían ser muy parecidas a las que planteo aquí).
Finalmente la conclusión. La secuencia final, ese viaje en helicóptero a la casa de Bin Laden y la operación de élite hasta concluir con la muerte de "Bin Laden" (el filme no lo deja del todo claro). Una secuencia que no dudo en situar entre las mejores del cine bélico, es a su vez intensa y espectral, viajando en la oscuridad y con la visión nocturna, como absurda e intrigante, puesto que los marines atacan una casa con mujeres y niños y sólo hacemos que verles a ellos mismos sobreexcitándose con sus tácticas militares. Un final sin enemigos, tan sólo aquellos que uno proyecta en su imaginación, en su voluntad.
En la conclusión real, la agente especial de la CIA que ha dedica precisamente 12 años de su vida (toda su vida adulta) se sienta en avión vacío para ella sola. Ha cumplido su objetivo, cazar y matar a Bin Laden. En su soledad le sale todo el agotamiento, esfuerzo y tristeza de esos 12 años tan intensos. Por último el piloto le pregunta, "¿a donde quiere ir?", entre lágrimas mira al vacío y busca una respuesta en su mente, un último fotograma que roza el patetismo. No hay respuesta. Tras tanto viaje, un viaje de una cinematografía durante 12 años buscando una salida, y una vez llegados no hay un próximo movimiento, nada hay nada. Seguimos perdidos. El viaje ha acabado.
¿Y ahora qué?
Finalmente llegamos a una película clave de este último año en Hollywood. La Noche Más Oscura (Zero Dark Thirty) de Katheryn Bigelow. Una crónica, más o menos meticulosa, de la búsqueda y muerte de Bin Laden. La única película hasta la fecha que implica un viaje desde el nacimiento del fantasma de Bin Laden hasta su desaparición (al menos física en el imaginario colectivo).
Parece que Bigelow es consciente de que la cinematografía de la industria de su país se ha transformado y mutado durante los últimos doce años (tal y como comentábamos en los dos artículos anteriores). La realizadora, famosa por su estilo imparcial y por ello polémico, tenía la necesidad de construir una crónica de una agente de la CIA y su obsesión con el líder de Al Qaeda. Desconozco si la forma y planteamiento de La Noche Más Oscura es intencionada, o es accidental, pero estoy convencido que tal como funcionan los mecanismos de esta película es una obra clave que cierra un viaje de más de doce años en la cultura cinematográfica estadounidense, y en parte funciona como testimonio de la experiencia espectral de un país sin rumbo ni punto de fuga.
Torturas inocuas.
Infantilmente se ha dicho que la película está a favor de las torturas, puesto que son la vía para llegar a la captura de Bin Laden. Bigelow no se posiciona en relación a eso, sino que se posiciona precisamente en no posicionarse. Naturaliza la experiencia de la tortura como un accesorio más de la narrativa y del imaginario bélico colectivo en relación a la guerra de Iraq. En ese primer punto se asume gran parte de la transformación del criterio y juicio moral de la ciudadanía occidental, la cual no ve extraño, ni tan siquiera violento (más allá de una idea puramente conceptual) que se torture en la guerra, y mucho menos a nivel experiencial. ¿Por qué me ha de alarmar ver una tortura, si precisamente a que la tortura ha llegado filmada a los telediarios el cine de terror se ha radicalizado más en su versión más comercial y popular?
El segundo punto que hace de La Noche Más Oscura una película valiente es el de creer el objeto de la película. Creer en el fantasma de Bin Laden y ello todo lo que arrastra en relación a la justificación de la guerra de Iraq, las políticas antiterroristas, las mentiras, el derroche público de dinero, etc. Hacer de Bin Laden un punto de fuga socio-político en tiempos que el castillo de naipes se ha desmoronado, y basar toda la estructura de tu narrativa en ello, es ante todo valiente y digno de prestarle atención, puesto que no estamos ante un panfleto, sino todo lo contrario (aunque sólo sea por la naturaleza del material de la historia).
El aspecto formal de La Noche Más Oscura no quiere ser innovador ni revolucionario. No pretende cambiar el cine digital como Celebración, ni la narrativa como Inception (lo logren o no), el filme de Bigelow es fiel a la corriente estilística del momento, pero a su vez eso hace que La Noche Más Oscura sea genuinamente una película del 2012 influenciada por todo aquel cine que hemos hablado en los artículos anteriores, desde El Caballero Oscura al cine de los hermanos Coen, pasando por las series Homeland, Breaking Bad o la trilogía de Jason Bourne. El que sea una obra de Hollywood del año 2012 hace crucial la validez, en su discurso y meta, como parte esencial y como sustento culminante de una etapa cinematográfica. (Piénsese como ejemplo paralelo todo el cine que surgió durante la decada de la guerra de Vietnam, las lecturas podrían ser muy parecidas a las que planteo aquí).
La luz de la mirilla de la visión nocturna ilumina
solamente al ojo que ve lo que quiere ver.
Finalmente la conclusión. La secuencia final, ese viaje en helicóptero a la casa de Bin Laden y la operación de élite hasta concluir con la muerte de "Bin Laden" (el filme no lo deja del todo claro). Una secuencia que no dudo en situar entre las mejores del cine bélico, es a su vez intensa y espectral, viajando en la oscuridad y con la visión nocturna, como absurda e intrigante, puesto que los marines atacan una casa con mujeres y niños y sólo hacemos que verles a ellos mismos sobreexcitándose con sus tácticas militares. Un final sin enemigos, tan sólo aquellos que uno proyecta en su imaginación, en su voluntad.
La mirada a ninguna parte.
En la conclusión real, la agente especial de la CIA que ha dedica precisamente 12 años de su vida (toda su vida adulta) se sienta en avión vacío para ella sola. Ha cumplido su objetivo, cazar y matar a Bin Laden. En su soledad le sale todo el agotamiento, esfuerzo y tristeza de esos 12 años tan intensos. Por último el piloto le pregunta, "¿a donde quiere ir?", entre lágrimas mira al vacío y busca una respuesta en su mente, un último fotograma que roza el patetismo. No hay respuesta. Tras tanto viaje, un viaje de una cinematografía durante 12 años buscando una salida, y una vez llegados no hay un próximo movimiento, nada hay nada. Seguimos perdidos. El viaje ha acabado.
¿Y ahora qué?
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