Con estas tres últimas películas cerramos las listas navideñas. Aunque deje fuera películas que respeto y admiro como Camina Camina de Ermanno Olmi, El Cant del Ocells de Albert Serra, y otras de índole religiosa sobre la natividad, considero que todas las mencionadas pueden ser vistas por cualquier tipo de público, y ese era el propósito de los artículos. Así bien, cerramos el ciclo navideño hablando de la familia como organo y vía para la emotividad, y la Navidad como excusa para reunirla y enfrentarla.
Días de Radio (Woody Allen) 1987
Aunque estrictamente no es una película navideña, sus multiples escenas situadas en la festividad señalada, hacen que sienta a Días de Radio como un film de Navidad envuelto de otros contextos. El cariño con el que Allen dibuja a su familia fílmica, las complejidades de la vida enmascaradas por la nostalgia, y lo rotundo de una puesta en escena y una ambientación que te llevan al centro de un tiempo inexistente, hacer del sentimiento cine y de ello una narrativa. Es quizá Días de Radio una de las películas más inmortales de su director, permanece al hacer perdurar.
Un Cuento de Navidad (Arnaud Desplechin) 2008
Si Días de Radio es nostalgia, Un Cuento de Navidad es puro presente. Desplechin hace sentir lo inexplicable, el sentimiento familiar. En un golpe de miradas crear la intensidad de amor/odio, individuo/colectivo, amargura/tristeza/alegría, presente y dejar de ser, pasado e imaginado... hacer del vínculo familiar un entresijo (entrañas), con toda la vida y la muerte que ello pueda implicar. Todo es relativo y nada queda fuera de duda, un padre sabe quién y cómo es su hijo, al igual que una madre encierra amor en las palabras de desprecio hacia un descendiente. Valiente por enfrentarse a uno de los retos más complejos del costumbrismo (la familia), y magistral por hacerlo desde lo natural y la libertad narrativa, tal como se nos presenta la vida. Un Cuento de Navidad es la obra maestra sobre el cine familiar. Inigualable e irrepetible. Absoluta.
Dublineses -The Dead- (John Huston) 1987
Pero si hay una película que hace de la emotividad su materia prima esa es Dublineses. La obra póstuma de John Huston (la filmó abrazado a su bombona de oxígeno). El maestro del clasicismo nos regala un film inesperado e inspirado, y tan delicado que cada movimiento de cámara, cada gesto, es un acto de amor al individuo y a la vida misma. Adaptación, perfecta, del cuento de James Joyce, con su abanico de personajes bondadosos, sus temores frágiles como los versos de un poema, y la gracia de un cineasta capaz de hacer en un suspenso en la puesta en escena y en el montaje el giro exacto para emocionar. Anjelica Huston (nunca estuvo tan bella) y un padre nunca filmó la belleza de una hija como en Dublineses. Los encuadres de Anjelica mirando arriba en la escalera, vista desde el marido que siente que pierde el amor de su esposa, es cine, es literatura... es humano, en el sentido más artístico del término. De todas las películas mencionadas en esta lista navideña (y las que preceden a ésta), Dublineses es la más excelente, la más sencilla, la más maestra... y se muestra sin ser, sin demostrar, un acto de vida previo a la muerte, un mirada sobre el compartir creando cine, y el cine como expresión entre la narrativa clásica y las personas de su tiempo. Un hombre, en sus últimos días, que nos habla de la vida y cómo sentirla.
Días de Radio (Woody Allen) 1987
Fotografías de ficción.
Aunque estrictamente no es una película navideña, sus multiples escenas situadas en la festividad señalada, hacen que sienta a Días de Radio como un film de Navidad envuelto de otros contextos. El cariño con el que Allen dibuja a su familia fílmica, las complejidades de la vida enmascaradas por la nostalgia, y lo rotundo de una puesta en escena y una ambientación que te llevan al centro de un tiempo inexistente, hacer del sentimiento cine y de ello una narrativa. Es quizá Días de Radio una de las películas más inmortales de su director, permanece al hacer perdurar.
Un Cuento de Navidad (Arnaud Desplechin) 2008
Abuelo tocando y nietos representando.
Si Días de Radio es nostalgia, Un Cuento de Navidad es puro presente. Desplechin hace sentir lo inexplicable, el sentimiento familiar. En un golpe de miradas crear la intensidad de amor/odio, individuo/colectivo, amargura/tristeza/alegría, presente y dejar de ser, pasado e imaginado... hacer del vínculo familiar un entresijo (entrañas), con toda la vida y la muerte que ello pueda implicar. Todo es relativo y nada queda fuera de duda, un padre sabe quién y cómo es su hijo, al igual que una madre encierra amor en las palabras de desprecio hacia un descendiente. Valiente por enfrentarse a uno de los retos más complejos del costumbrismo (la familia), y magistral por hacerlo desde lo natural y la libertad narrativa, tal como se nos presenta la vida. Un Cuento de Navidad es la obra maestra sobre el cine familiar. Inigualable e irrepetible. Absoluta.
Dublineses -The Dead- (John Huston) 1987
La vida y la muerte a través de un ideal, de un pensamiento.
Pero si hay una película que hace de la emotividad su materia prima esa es Dublineses. La obra póstuma de John Huston (la filmó abrazado a su bombona de oxígeno). El maestro del clasicismo nos regala un film inesperado e inspirado, y tan delicado que cada movimiento de cámara, cada gesto, es un acto de amor al individuo y a la vida misma. Adaptación, perfecta, del cuento de James Joyce, con su abanico de personajes bondadosos, sus temores frágiles como los versos de un poema, y la gracia de un cineasta capaz de hacer en un suspenso en la puesta en escena y en el montaje el giro exacto para emocionar. Anjelica Huston (nunca estuvo tan bella) y un padre nunca filmó la belleza de una hija como en Dublineses. Los encuadres de Anjelica mirando arriba en la escalera, vista desde el marido que siente que pierde el amor de su esposa, es cine, es literatura... es humano, en el sentido más artístico del término. De todas las películas mencionadas en esta lista navideña (y las que preceden a ésta), Dublineses es la más excelente, la más sencilla, la más maestra... y se muestra sin ser, sin demostrar, un acto de vida previo a la muerte, un mirada sobre el compartir creando cine, y el cine como expresión entre la narrativa clásica y las personas de su tiempo. Un hombre, en sus últimos días, que nos habla de la vida y cómo sentirla.
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