(...continuaba en el artículo anterior)
Durante el expresionismo alemán se buscaba una vía formal para expresar los estados mentales de los protagonistas (piénsese en Caligari); en la modernidad El Desierto Rojo de Antonioni, una suerte de expresionismo que separa el estado psicológico de su protagonista con un espacio y una forma poéticas independientes a la narrativa; en el cine contemporáneo es en lo real, encerrado en una especie de clasicismo moderno, donde hallamos esa nueva relación entre la narrativa y el mundo. Películas como No Es País Para Viejos, de los Hermanos Coen, Juventude Em Marcha, de Pedro Costa, o Last Days, de Gus Van Sant.
El artificio muta y se vincula con una fascinación por lo real. Lo real se despoja de su naturaleza narrativa, y recupera su esencia más experiencial, encontrando en el gesto (tanto visual como auditivo) los códigos para interpretar y sentir las nuevas herramientas fílmicas. ¿Cómo podemos acercarnos a Tropical Malady de Apichatpong Weerasethakul desde una vertiente narrativa? En la segunda parte del film, perdidos en la jungla con nuestro protagonista, la narrativa se distorsiona y se estira tanto que llega un momento que pierde absolutamente el sentido tratar de entender que estamos viendo. Por lo tanto, ¿no es mejor fundirnos con las imágenes y sonidos, con sus verdes diurnos y nocturnos, con lo humano en el mundo, y absorver la belleza de lo verdadero de ese artilugio cinematográfico?
En un ejemplo más radical, y por supuesto museístico, Five de Kiarostami, busca la narrativa de la realidad misma en su experiencia gestual. Un plano secuencia de 10 minutos de un tronco siendo empujado por las aguas del mar en la costa. Nada más. El vaivén del tronco, el movimiento, la naturaleza de las texturas y sonidos, y la necesidad, nuevamente, de llenarlo todo con historias. Five es una experiencia fascinante, y un reclamo a la importancia de volver a acercarnos al mundo con ojos infantiles y de ver en el gesto, aunque sea del agua sobre un tronco, ese vínculo que tenemos las personas con la realidad que nos rodea.
Hasta aquí este pequeño, y manco de muchas ideas y pensamientos, artículo sobre un forma de acercarse y ver el cine. Ni mucho menos verdadero y absoluto, pero sí personal, y con la creencia de ver en el cine y en el gesto la emoción que nos vincula con lo bello y verdadero de lo real. Esa expresividad única de un arte moderno por naturaleza y joven por historia, el cual nos depara formas incontables de captar y pensar el mundo.
Durante el expresionismo alemán se buscaba una vía formal para expresar los estados mentales de los protagonistas (piénsese en Caligari); en la modernidad El Desierto Rojo de Antonioni, una suerte de expresionismo que separa el estado psicológico de su protagonista con un espacio y una forma poéticas independientes a la narrativa; en el cine contemporáneo es en lo real, encerrado en una especie de clasicismo moderno, donde hallamos esa nueva relación entre la narrativa y el mundo. Películas como No Es País Para Viejos, de los Hermanos Coen, Juventude Em Marcha, de Pedro Costa, o Last Days, de Gus Van Sant.
Vivir la jungla.
El artificio muta y se vincula con una fascinación por lo real. Lo real se despoja de su naturaleza narrativa, y recupera su esencia más experiencial, encontrando en el gesto (tanto visual como auditivo) los códigos para interpretar y sentir las nuevas herramientas fílmicas. ¿Cómo podemos acercarnos a Tropical Malady de Apichatpong Weerasethakul desde una vertiente narrativa? En la segunda parte del film, perdidos en la jungla con nuestro protagonista, la narrativa se distorsiona y se estira tanto que llega un momento que pierde absolutamente el sentido tratar de entender que estamos viendo. Por lo tanto, ¿no es mejor fundirnos con las imágenes y sonidos, con sus verdes diurnos y nocturnos, con lo humano en el mundo, y absorver la belleza de lo verdadero de ese artilugio cinematográfico?
Nuestro protagonista el tronco.
En un ejemplo más radical, y por supuesto museístico, Five de Kiarostami, busca la narrativa de la realidad misma en su experiencia gestual. Un plano secuencia de 10 minutos de un tronco siendo empujado por las aguas del mar en la costa. Nada más. El vaivén del tronco, el movimiento, la naturaleza de las texturas y sonidos, y la necesidad, nuevamente, de llenarlo todo con historias. Five es una experiencia fascinante, y un reclamo a la importancia de volver a acercarnos al mundo con ojos infantiles y de ver en el gesto, aunque sea del agua sobre un tronco, ese vínculo que tenemos las personas con la realidad que nos rodea.
Hasta aquí este pequeño, y manco de muchas ideas y pensamientos, artículo sobre un forma de acercarse y ver el cine. Ni mucho menos verdadero y absoluto, pero sí personal, y con la creencia de ver en el cine y en el gesto la emoción que nos vincula con lo bello y verdadero de lo real. Esa expresividad única de un arte moderno por naturaleza y joven por historia, el cual nos depara formas incontables de captar y pensar el mundo.
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