¿Dónde se posiciona el espectador dentro de la narrativa de EL BUSCADOR?
La noche es un lugar de extraños. Una amenaza constante en el misterio que encierra cada persona, sombra o silueta. Las luces de neón, dentro de su frialdad, son el único halo que arropa y da calidez en un marco distante y ajeno. Con qué sutileza Kelly Reichardt filma con teleobjetivos al personaje de Will Odham en el final de Old Joy. Esa persona en tierra de nadie en su drama existencial, sin saber que camino escoger, el de la juventud perpetua o el de la responsabilidad y fin de la felicidad en la vida adulta. Con una mirada entre compasiva y crítica Kelly Reichardt nos lo muestra deambulando sin rumbo ni dirección desde la distancia, espiándole, observando el no devenir de un hombre que no ha tomado ninguna decisión. Miramos a un paradigma, un hombre que representa esa problemática, y la distancia, y lo hipócrita de estar juzgándole (por tener el punto de vista que nos otorga Reichardt) nos evidencia como seres patéticos también.
Un reflejo en la distancia.
La belleza del teleobjetivo, asociada a una idea documental por la simple razón de poder estar cerca con la imagen filmando desde la distancia, es la herramienta perfecta que Peter Watkins utiliza para crear las imágenes de la extraordinaria Edvard Munch. Aquí no solamente es un recurso para hacer sentir la noche y poner en tela de juicio a sus animales nocturnos, Watkins hace de la imagen un lienzo de superficie plana, como si fuese un cuadro moderno, y reduce la suficiente profundidad para que colores, rostros y figuras humanas dialoguen desde el mismo nivel. La poética visual que implica esa decisión va más allá de lo puramente estético, permite que los personajes se conviertan en iconografías de su propia existencia, haciendo de su estar en el mundo un doble sentido, por un lado existencial, y por el otro emocional. La belleza de los "cuadros" filmados por Watkins es la vía dentro de esa catarata de información sentimental que arroya a fin de cuentas cualquier sentido intelectual que pueda tener la película. Ante todo, ver el mundo y expresarlo, es una cuestión de sentidos.
Cine pictórico, conceptualmente, emocionalmente.
En El Buscador nuestro protagonista deambula de rincón en rincón en la noche, una mancha más dentro de todo el espectro. Las luces de los bares y farolas, la neblina del frío invernal y la duda de no saber porqué vemos el devenir de las acciones de un desconocido. La distancia nos acerca a este hombre, porque las dudas, los interrogantes son el principal motivo por querer estar más cerca de algo y alguien, de querer descubrir y llegar hasta el final de ese vacío que debemos llenar. El motivo cinematográfico planteado en la posición de la cámara y la elección de los ópticas.
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