Los llamados dibujos animados son un elemento que forma parte de la cultura popular desde los orígenes del cine. Nos hemos acostumbrado a ver formas imposibles e irreales caminando, hablando, sintiendo, expresando, como algo coherente dentro de las reglas de su naturaleza. A veces le damos pause al vídeo en movimiento y allí tenemos, delante nuestro, un dibujo congelado. Tan sólo un dibujo con sus trazos y sus colores. Dos universos opuestos que nunca relacionamos en nuestra mente. Por un lado el movimiento de un ser animado como una cualidad inherente a su condición de animado, y por el otro un dibujo inerte, un conjunto de manchas en un papel que tratan de expresar algo concreto.
Es evidente que si nos detenemos un tiempo a pensar y nos ayudamos de la lógica asumimos que es una persona la que dibuja esos seres, o elementos, y mediante la yuxtaposición de otros dibujos similares se produce ese efecto que nosotros llamamos "dar vida". Es precisamente antes de esa definición donde sucede lo que más asombro me produce del acto de animar. Antes de la yuxtaposición de dibujos, antes del lápiz sobre el papel, antes de coger el lápiz... justo antes, cuando el animador sentado en silencio y pensando se imagina en su mente un movimiento. Ese movimiento debe producir una emoción, expresar un sentimiento, una forma de vida. El animador descompone el movimiento en 12 partes por segundo (a veces más o a veces menos) y entiende cada parte dentro de un todo para que dos segundos de un gesto expresen algo relacionado con lo humano, con la forma de entender la vida y transmitirla.
Animar es un arte donde el animador tiene el control absoluto de cada partícula de su medio (el fotograma por segundo/la línea y el punto en el papel). Pocos medios tienen esa capacidad y por lo tanto en muy pocos hay tanta responsabilidad sobre cada decisión.
En este blog (livlily.blogspot.fr) podéis zambulliros y descubrir un sinfín de cosas del cine de animación. Os lo recomiendo.
Grillo con la espada en la piedra en Merlín el Encantador
Es evidente que si nos detenemos un tiempo a pensar y nos ayudamos de la lógica asumimos que es una persona la que dibuja esos seres, o elementos, y mediante la yuxtaposición de otros dibujos similares se produce ese efecto que nosotros llamamos "dar vida". Es precisamente antes de esa definición donde sucede lo que más asombro me produce del acto de animar. Antes de la yuxtaposición de dibujos, antes del lápiz sobre el papel, antes de coger el lápiz... justo antes, cuando el animador sentado en silencio y pensando se imagina en su mente un movimiento. Ese movimiento debe producir una emoción, expresar un sentimiento, una forma de vida. El animador descompone el movimiento en 12 partes por segundo (a veces más o a veces menos) y entiende cada parte dentro de un todo para que dos segundos de un gesto expresen algo relacionado con lo humano, con la forma de entender la vida y transmitirla.
Milt Kahl (animador de Disney) haciendo magia con el lápiz
(hacer click en la imagen para ampliar)
Animar es un arte donde el animador tiene el control absoluto de cada partícula de su medio (el fotograma por segundo/la línea y el punto en el papel). Pocos medios tienen esa capacidad y por lo tanto en muy pocos hay tanta responsabilidad sobre cada decisión.
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