viernes, 30 de noviembre de 2012

Buscando a El Buscador: Sin palabras

Una de las característica de EL BUSCADOR es la ausencia de diálogos.

En una de mis películas predilectas de Alfred Hitchcock, Topaz, encontramos algunas de las secuencias más brillantes de su realizador asociadas al género clásico. No pondré en duda que Hitchcock destaca por su capacidad de romper el estándar y añadir valores psicológicos al thriller y terror convencional. Pero cuando se encarga de narrar secuencias de corte más convencional su artesanía, aparte de exacta, es exquisita.


El silencio de la cercanía, y el silencio de la distancia.

En Topaz, película de un guión más bien pobre, apoya todo su interés en la funcionalidad de su puesta en escena. En los momentos que los personajes abren la boca no hay mucho que destacar, pero en cambio, en los bloques que no hay ni un solo diálogo Hitchcock planifica y edita con tal precisión que hace del tempo una forma de expresión en si. Tanto, por ejemplo, en la secuencia inicial donde la familia rusa escapa de los agentes del KGB como en la secuencia donde el espía/florista debe entrar en el edificio a robar unos documentos. Dos perfiles opuestos de planteamiento. En el primero estamos viviendo la situación y los tiempos desde el punto de vista de la familia que huye. Eso obliga a Hitchcock a planificar en clave de suspense todas las situaciones (obstáculos, montaje en paralelo, ingenio de los personajes por salir ilesos del conflicto...). En cambio, en la segunda, nos posicionamos en el punto de vista del protagonista, que mira desde la calle de enfrente como su compañero logra entrar en el hotel donde se encuentran los comunistas. Las reglas del juego son opuestas. Los diálogos existen, pero la distancia nos impide escuchar lo que dicen. De la misma forma que en La Ventana Indiscreta (Rear Window), la posición de voyeur y la imposibilidad de participar en la escena, nos proporciona el suspense, el ejercicio intelectual de llenar los cabos sueltos que se intuyen pero no quedan explícitos. La combinación en Topaz de estas dos formas de trabajar la narrativa muda hacen de la película un ejercicio sobresaliente dentro del género. La maestría se percibe y se disfruta. Adrenalina y participación en la historia.


Todo queda dicho.

Pero la ausencia de diálogos no solamente es un recurso narrativo, también lo es poético. La mente de las personas, como dictan los estudios de la Gestalt, tienden a llenar las ausencias de una forma parcial. Si vemos medio circulo nuestra mente acaba de completar el dibujo y nos imaginamos la otra mitad automáticamente. Podría pensarse igual las ausencias narrativas, y sus contenidos. Si en un personaje desconocemos su pasado, características, emociones... con una parte parcial del dibujo el espectador se siente obligado a llenar al personaje, acabar de dibujarlo. El background (el pasado de un personaje), que sin tener todos los datos de su vida, si vemos ciertas acciones, gestos o detalles se puede imaginar (a veces más, a veces menos) el origen y trayectoria, o la emoción que implica la relación actual entre otros o consigo mismo. ¿Qué sentido tendría añadir una explicación al reencuentro de los dos hermanos en Una Historia Verdadera (The Straight Story) de David Lynch? El silencio, la falta de diálogos, el equilibrio de la puesta en escena, nos da la información exacta de montar todo el puzzle emocional. David Lynch entiende la vida en su dibujo inacabado, el resto lo añade el espectador. El dibujo completo es una pieza de arte.

En El Buscador existe ese equilibrio entre la historia parcial y las herramientas narrativas del cine Alfred Hitchcock en un intento por hacer de la artesanía del género una vía para llegar a la poética del humanismo. Los silencios son las sombras y los huecos de los que se adueñará el espectador.

Aquí podéis saber más sobre El Buscador, el proyecto, y como ayudarnos. Muchas gracias.

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