jueves, 13 de septiembre de 2012

Érase una vez Yuri Norstein: El vínculo

Niño, niño duerme ya
nunca, nunca mentirás
o el lobito gris vendrá
la barriga te pinchará,
al bosque te llevará
y bajo un arbusto te dejará.

Con los versos de esta canción infantil popular rusa empieza, y prácticamente acaba, Cuento de cuentos de Yuri Norstein. Catalogado, siempre desde los equívocos de las ideas absolutas, como el mayor cortometraje de animación de la historia.

El lobito se ve reflejado en la llanta de un coche. El lobito se vuelve real

Es muy difícil acercarse a Cuento de Cuentos sin haber sido niño en Rusia. La constante alusión a elementos de cultura popular, imágenes, referencias a la vida cotidiana y a momentos claves de la II Guerra Mundial, condicionan un sentimiento, más que concreto, críptico. La única herramienta que podríamos utilizar para acercarnos al film es la de descifrar códigos y símbolos, pero en una pieza tan emotiva como Cuento de Cuentos sería darle un sentido y, por lo tanto, cierta asfixia.

La película recuerda unas maneras cercanas al cine tarkovskiano, especialmente el de La infancia de Iván y El Espejo. Los símbolos inundan la narrativa y nos obligan a especular. Pero el propio director, quien condiciona el mecanismo de lectura, va abriendo constantes caminos y posibilidades para el entendimiento de estos. Un lobito de cuento se ve avocado a la realidad, y la realidad contesta a su mirada, no solamente le dice que ese no es su mundo, sino que el vínculo entre el suyo y el real se ha roto. Los cuentos y la mística se han separado dejando la magia de la fabulación y la idea (prototípica) de la familia reposando en un limbo tras la puerta del hogar, un hogar evocado, puesto que los hombres se han ido a la guerra y hay ese vacío en la familia desequilibrando la balanza.

Tras ese punto de partida el lobito deambula como un vagabundo el día a día de esa Rusia triste y latente, esperando el regreso de sus padres y maridos. Los niños han dejado la fantasía y están totalmente sumergidos en lo real, lo palpable. Norstein le da mirada al cuento, el lobito personifica el relato, y éste busca el vínculo de nuevo.

El lobito huyendo por el bosque con un bebé bajo los brazos

Me fascinan especialmente dos elementos en Cuento de cuentos. Por un lado como Norstein utiliza el significado de la canción (el texto inicial del artículo). Cómo ese lobito mezquino de la letra, el lobito cándido y desamparado del film, acaba robando inconscientemente a un bebé y se lo lleva al bosque, como la propia naturaleza tiene sus leyes inquebrantables. Cómo la idea del rapto, una idea terrorífica para un niño, es a la vez una idea que arropa, porque sin ese sentimiento de miedo que proporciona el cuento uno no podría ser niño y por lo tanto se vería desarraigado.

El encuentro

La otra cuestión a mencionar es otro vínculo que surge en medio del film, un vínculo más entre los muchos que crea Norstein. Hay una secuencia donde el lobito observa fascinado, y usurpa, una hoja de papel luminosa, el folio de un escritor que permanece en blanco, un papel destinado a llevar una historia. Tal como se juegan los elementos la conexión entre el escritor, el papel, y el lobito (la idea) que surge de la nada, que aparece, construye un concepto tan complejo que previamente al film solamente lo había entendido como un sentimiento. Es tan fácil y sencillo cómo Norstein crea el momento donde todo converge, donde la idea llega a la mente y la mente al papel. Ese algo que flota por el aire y llega a un encuentro que le da sentido tanto a él como al autor. El vínculo, dos seres que dialogan y se escuchan, que expresan una necesidad y que es el principio de un segundo vínculo entre el resultado y el niño. Dos mundos distintos unidos por un fina capa, por algo invisible, materializado por ese instante en el encuentro.

Aquí podéis ver Cuento de cuentos. Y en este reportaje en ruso encontraréis algunas imágenes y animaciones de su film no acabado El Abrigo.

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