Una voz grave y cálida te acompaña cuando escuchas un relato, te dejas llevar, como la mano de un padre que te guía. Uno, sin saber que está descubriendo el mundo, piensa que todo se basa en la ternura y firmeza de esa mano adulta que te protege y se preocupa en que no te pierdas. Los cuentos de Norstein enfrentan esas dos posiciones. Por un lado la narración te acoge, te muestra sin anticipaciones, momento a momento, qué prosigue en el camino. Por el otro, los ojos del niño miran más allá del camino, el mundo no es solo una línea recta y los misterios que encierra son las pulsiones que harán de nosotros los adultos que recordarán con miedo, amor y nostalgia esa primer enigma que nos enfrentó a la mística de la vida.
En El Erizo en la Niebla no hay más presente que las pasos que sigue el pequeño Erizo hasta llegar con su amigo el oso. Del origen del hogar, la silueta de la casa que dibuja el alba en el primer plano del film, hasta el fuego frente al tronco en la noche negra, un fuego que la historia del hombre sitúa en el epicentro del relato, el elemento mágico alrededor del cual las familias y colectivos se unían para escuchar historias, preguntas y respuestas, enigmas y misterios. Entre el hogar y el fuego está la niebla, el mundo.
El erizo deambula como una sombra descubriendo la grandeza, lo inexplicable. La naturaleza se expresa más allá de la propia vida y el erizo se ve sublevado por lo inóspito que plantea lo inexplicable. Una imagen impacta al erizo que teme la niebla como el fin del mundo, el fin de lo concreto. Un caballo sobre la niebla, un animal cuyas patas no pueden verse posadas sobre el suelo. De la imagen una pregunta ¿Cómo puede el caballo posarse sobre la niebla?
Un búho juguetea con el erizo, su amigo el oso solo se interesa por la comida que tiene que traerle su compañero, el día avanza y la noche llega. El orden natural y el motor de las cosas no se detiene, pero para el protagonista, quien se ha desviado del camino del relato, tiene una imagen, un grabado perpetuo que se ha instalado en el centro de su ser, un motor personal, como el mismo que hace girar los astros, que hará girar su forma de entender y preguntarse el mundo, ese mundo en el cual ahora forma parte gracias a la imagen instalada en él. Quizá ser adulto no es transformarse y crecer, sino descubrir que uno empieza a ser niño, y conectar con ese misterio inexplicable, como un caballo posado sobre la niebla.
Aquí podéis ver El Erizo en la Niebla, y en este otro enlace La Garza y la Cigüeña subtitulado en inglés.
El erizo en el mundo
En El Erizo en la Niebla no hay más presente que las pasos que sigue el pequeño Erizo hasta llegar con su amigo el oso. Del origen del hogar, la silueta de la casa que dibuja el alba en el primer plano del film, hasta el fuego frente al tronco en la noche negra, un fuego que la historia del hombre sitúa en el epicentro del relato, el elemento mágico alrededor del cual las familias y colectivos se unían para escuchar historias, preguntas y respuestas, enigmas y misterios. Entre el hogar y el fuego está la niebla, el mundo.
Hay algo más allá de la naturaleza en la mirada humana
El erizo deambula como una sombra descubriendo la grandeza, lo inexplicable. La naturaleza se expresa más allá de la propia vida y el erizo se ve sublevado por lo inóspito que plantea lo inexplicable. Una imagen impacta al erizo que teme la niebla como el fin del mundo, el fin de lo concreto. Un caballo sobre la niebla, un animal cuyas patas no pueden verse posadas sobre el suelo. De la imagen una pregunta ¿Cómo puede el caballo posarse sobre la niebla?
Un caballo en la niebla. ¿Imagen real o imagen evocada?
Un búho juguetea con el erizo, su amigo el oso solo se interesa por la comida que tiene que traerle su compañero, el día avanza y la noche llega. El orden natural y el motor de las cosas no se detiene, pero para el protagonista, quien se ha desviado del camino del relato, tiene una imagen, un grabado perpetuo que se ha instalado en el centro de su ser, un motor personal, como el mismo que hace girar los astros, que hará girar su forma de entender y preguntarse el mundo, ese mundo en el cual ahora forma parte gracias a la imagen instalada en él. Quizá ser adulto no es transformarse y crecer, sino descubrir que uno empieza a ser niño, y conectar con ese misterio inexplicable, como un caballo posado sobre la niebla.
Aquí podéis ver El Erizo en la Niebla, y en este otro enlace La Garza y la Cigüeña subtitulado en inglés.
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