Si en los dos primeros artículos nos centrábamos en la vertiente original del cine negro y en el camino que seguía a través de la mirada analítica, en este tercer artículo saltamos a Francia para hablar de uno de los directores cruciales de la historia del género, Jean-Pierre Melville. Cómo un cineasta, influenciado por las formas de Robert Bresson, llevó a lo más alto el film noir, y fue, y sigue siendo, el director de referencia del thriller moderno. A continuación nombraremos algunos títulos marcados por el estilo y las ideas de Melville. Cineastas de todos los países y para todo tipo de públicos han utilizado la frialdad y la distancia del director francés para crear algunas de las historias más fascinantes e intensas del cine negro.
Le Samouraï (Jean-Pierre Melville) 1967
Una de las obras maestras de Melville, probablemente la más recordada y la que tiene más devotos gracias a la fuerte iconografía que contienen sus imágenes, sus silencios y su música. Son tan minimalistas los conceptos de puesta en escena que cualquier decisión cobra el valor de relevante. Cada gesto, cada mirada, cada diseño de vestuario o de decoración... todo es imprescindible en Le Samouraï y poco a poco surge la sensación que una novela barata de asesinos y policías se vuelve un acto trascendente sobre la soledad del guerrero. Uno no cree en la sencillez del cine de Jean-Pierre Melville hasta que no le acompaña de por vida una de sus películas. Le Samouraï es una de ellas.
Thief (Michael Mann) 1981
La ópera prima de Michael Mann no esconde sus cartas y muestra el aroma a Melville desde el minuto uno. Toda una lección de cine serie B influenciado por los clásicos franceses, desde Rififi a Le Samouraï, abriendo una cinematografía de autor en el blockbuster estadounidense. Si bien en los setenta los grandes de Hollywood propusieron el modelo europeo para hacer cine de grandes presupuestos, es en el equilibrio que propone Mann donde la fórmula encuentra su éxito. Lo profundo y lo banal dan sentido a la narrativa de estereotipos, nace una forma de entretenimiento de autor nueva. Películas tan conocidas como Drive no dejan de ser una consecuencia de esto.
Ghost In The Shell (Mamoru Oshii) 1995
Uno de los pilares de la ciencia-ficción es también otra heredera del thriller de personajes opacos y silenciosos del universo de Melville. El film animado de Oshii, como sucederá también en The Sky Crawlers, se encierra en el deambular por una trama laberíntica que esconde, en el propio deambular, el sentido existencial de sus protagonistas. Es en el conjunto de pequeños gestos y silencios donde se construyen los agujeros de estos personajes que deben llenar los espectadores. Conflictos urbanos de un mundo globalizado que anulan a las personas con una única cuestión, ¿qué hacemos aquí? Los principios del thriller moderno llevados a la metafísica gracias al fantástico de la ciencia-ficción. Todo evoluciona, pero la esencia es la misma.
Ghost Dog (Jim Jarmusch) 1999
Siempre he creído que la mejor forma para comprender el cine de Jim Jarmusch es viendo y pensando Ghost Dog. A diferencia de Le Samouraï, Ghost Dog se toma mucho más enserio -y a la vez mucho menos- así misma. Los referentes a la cultura japonesa son explícitos y el juego intelectual que crea entre el thriller trascendental franco-japonés y el género clásico de gangsters italoamericanos es sencillamente sublime. Nunca una película tan seria había sido tan divertida, ni una propuesta tan profunda llegaba a ser tan banal (y viceversa).
Outrage (Takeshi Kitano) 2010
Del cine contemporáneo dos son los cineastas que comprenden con mejor saber hacer los modos de Jean-Pierre Melville sin perder su esencia. Por un lado Tarantino, que en sus collages cabe todo y donde cada vez la presencia narrativa del director francés es más fuerte, especialmente en los dos últimos títulos. Por otro lado Takeshi Kitano. Es en Outrage donde la pureza de la forma y la exactitud en el pulso de la dirección del cineasta japonés ha encontrado el zenit de su estilo narrativo y visual. En pocas ocasiones el cine negro ha sido obra de arte, Outrage es precisión infinita para el regocijo de nuestros ojos y oídos. Nos acercamos a la película como quien entra en un museo plagado de momentos e ideas estilísticas, los vacíos que tenga la trama los llena el propio género, y nosotros, como amantes de éste, nos dejamos llevar por los placeres de las reglas del juego.
En el próximo artículo seguiremos hablando de una tendencia europea del cine negro, pero esta vez estrictamente ligada a la modernidad, no del género, sino del medio.
Le Samouraï (Jean-Pierre Melville) 1967
Qué mejor que Alain Delon, un rostro de porcelana,
para encarnar un personaje enigmático de Melville.
Una de las obras maestras de Melville, probablemente la más recordada y la que tiene más devotos gracias a la fuerte iconografía que contienen sus imágenes, sus silencios y su música. Son tan minimalistas los conceptos de puesta en escena que cualquier decisión cobra el valor de relevante. Cada gesto, cada mirada, cada diseño de vestuario o de decoración... todo es imprescindible en Le Samouraï y poco a poco surge la sensación que una novela barata de asesinos y policías se vuelve un acto trascendente sobre la soledad del guerrero. Uno no cree en la sencillez del cine de Jean-Pierre Melville hasta que no le acompaña de por vida una de sus películas. Le Samouraï es una de ellas.
Thief (Michael Mann) 1981
La historia del film noir francés a través de
este ladrón de cajas fuertes estadounidense.
La ópera prima de Michael Mann no esconde sus cartas y muestra el aroma a Melville desde el minuto uno. Toda una lección de cine serie B influenciado por los clásicos franceses, desde Rififi a Le Samouraï, abriendo una cinematografía de autor en el blockbuster estadounidense. Si bien en los setenta los grandes de Hollywood propusieron el modelo europeo para hacer cine de grandes presupuestos, es en el equilibrio que propone Mann donde la fórmula encuentra su éxito. Lo profundo y lo banal dan sentido a la narrativa de estereotipos, nace una forma de entretenimiento de autor nueva. Películas tan conocidas como Drive no dejan de ser una consecuencia de esto.
Ghost In The Shell (Mamoru Oshii) 1995
¿Qué diferencia hay entre el rostro y los
gestos fríos de Alain Delon y un robot?
Uno de los pilares de la ciencia-ficción es también otra heredera del thriller de personajes opacos y silenciosos del universo de Melville. El film animado de Oshii, como sucederá también en The Sky Crawlers, se encierra en el deambular por una trama laberíntica que esconde, en el propio deambular, el sentido existencial de sus protagonistas. Es en el conjunto de pequeños gestos y silencios donde se construyen los agujeros de estos personajes que deben llenar los espectadores. Conflictos urbanos de un mundo globalizado que anulan a las personas con una única cuestión, ¿qué hacemos aquí? Los principios del thriller moderno llevados a la metafísica gracias al fantástico de la ciencia-ficción. Todo evoluciona, pero la esencia es la misma.
Ghost Dog (Jim Jarmusch) 1999
Jarmusch lleva la paradoja de la postmodernidad al límite. Un samurái
negro que mata gangsters italoamericanos amantes del hip-hop.
Siempre he creído que la mejor forma para comprender el cine de Jim Jarmusch es viendo y pensando Ghost Dog. A diferencia de Le Samouraï, Ghost Dog se toma mucho más enserio -y a la vez mucho menos- así misma. Los referentes a la cultura japonesa son explícitos y el juego intelectual que crea entre el thriller trascendental franco-japonés y el género clásico de gangsters italoamericanos es sencillamente sublime. Nunca una película tan seria había sido tan divertida, ni una propuesta tan profunda llegaba a ser tan banal (y viceversa).
Outrage (Takeshi Kitano) 2010
Cada encuadre de Outrage, en composición, matices, luz,
texturas, ideas... infinitas posibilidades para acercarse a él.
Del cine contemporáneo dos son los cineastas que comprenden con mejor saber hacer los modos de Jean-Pierre Melville sin perder su esencia. Por un lado Tarantino, que en sus collages cabe todo y donde cada vez la presencia narrativa del director francés es más fuerte, especialmente en los dos últimos títulos. Por otro lado Takeshi Kitano. Es en Outrage donde la pureza de la forma y la exactitud en el pulso de la dirección del cineasta japonés ha encontrado el zenit de su estilo narrativo y visual. En pocas ocasiones el cine negro ha sido obra de arte, Outrage es precisión infinita para el regocijo de nuestros ojos y oídos. Nos acercamos a la película como quien entra en un museo plagado de momentos e ideas estilísticas, los vacíos que tenga la trama los llena el propio género, y nosotros, como amantes de éste, nos dejamos llevar por los placeres de las reglas del juego.
En el próximo artículo seguiremos hablando de una tendencia europea del cine negro, pero esta vez estrictamente ligada a la modernidad, no del género, sino del medio.
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