Cuarta entrega viajando por distintas miradas del cine negro. En el artículo anterior la persona de Jean-Pierre Melville transformaba el género desde su núcleo para llegar a la esencia de éste, una forma moderna de hacer evolucionar la narrativa y la forma, pero totalmente ligada a un autor que se encontraba en paralelo a los entresijos históricos del cine. En este artículo comentaremos como la propia modernidad del cine, ese cocktel de ideas, estilos y necesidades de romper las normas, afectaron la línea y la función del cine negro.
Branded To Kill (Seijun Suzuki) 1967
Godard impregnó a todo tipo de cineastas, desde los nuevos talentos hasta los viejos maestros que volvían a la juventud gracias a las alquimias narrativo-visuales que podían verse en Le Mépris, Banda Aparte o Alphaville entre otras. El cine volvía a ser un laboratorio para buscar nuevas fórmulas a través de su naturaleza más elemental. Movimiento, color, sonido, formas, rostros, figuras... Branded To Kill es un ejercicio de estilo que no abandona en ningún momento el juego. Arrastrado por las partes conceptuales del thriller la película se vuelca en estirar y distorsionar todo en una espiral tan fría como cargada de iconografías. Mucho de lo que Tarantino nos da entre adrenalina, humor y buen soul ya lo hacía hace cincuenta años Suzuki sin concesiones al público.
Il Conformista (Bernardo Bertolucci) 1970
Qué difícil es hacer buen cine político y qué importante es cuando el resultado es como en Il Conformista. Excelente adaptación de la novela de Moravia. Una película joven, rabiosa, como nunca más volverá a ser una película de Bertolucci, ese cineasta que dejó algunas de las mejores películas del cine en sus primeros años y que desapareció entre estilismos y posturas a partir de finales de los setenta. Pocas veces una película tan evidente en sus ideas y en como mostrarlas había tenido tantas y tantas lecturas y reflexiones posibles. El trasfondo de Moravia impregna los fotogramas, los colores del director de fotografía Vittorio Storaro, la música de George Delerue o las interpretaciones de Trintignant y Sandrelli. Película absoluta y experiencia sublime. Una entre pocas.
The Long Goodbye (Robert Altman) 1973
Si Altman tenía un talento que me gusta destacar sobre el resto es el de hacer grandes películas sin historia, o con lo mínimo que se necesite de ella. Cuando su puesta en escena se ve al servicio de una narrativa clásica, o por lo que era famoso en películas corales, lo impuesto y carente de naturalidad afloraba sobre las imágenes. Pero cuando películas como MASH o esta The Long Goodbye se alejan de la trama el arte de Altman es único y virtuoso. Para muchos el mejor Philip Marlowe que se ha hecho en cine, un thriller sin thriller, un misterio desfocalizado del misterio, un protagonista que desaparece de los planos, reflejos, silencios y vacíos. Altman crea poesías viajando a lo real del género y haciendo desaparecer al género en si. El sonido del mar en vez del diálogo crucial entre dos posibles amantes, la noche y las luces del Hollywood desgastado. Una película que se revela con un solo disparo, suficiente para construir un héroe de la categoría de Marlowe. Para un servidor el mejor film de Altman.
La Conversación (Francis Ford Coppola) 1974
Qué decir del falso remake/homenaje de Blow Up de Antonioni. Una película que se mantiene fresca e intensa, disfrutamos de cada exceso y de toda la pesadilla de soledad del personaje de Gene Hackman. Me gusta imaginarme La Conversación como ese sótano/parking donde vive el protagonista. Un espacio abierto, sin rincones, solo las columnas, nada puede esconderse allí puesto todo está a la vista, pero en esa claridad surge el laberinto, la perdición y el drama kafkiano de este ingeniero de sonido experto en escuchas. El Coppola más juguetón y el más intimo. Un regalo.
Elephant (Alan Clarke) 1989
Alan Clarke, cineasta radical, creó varias piezas sobre mínimos formales con una complejidad enorme en su lectura. La película que inspira el Elephant de Gus Van Sant es un experimento para televisión. Hombres caminando por calles, descampados, pasillos, gasolineras... seguidos a su espalda por una cámara. El hombre llega a un sujeto y le dispara. Nos quedamos con el cadáver ensangrentado en el suelo. Este proceso una vez, y otra, y otra... cambia en mínimos el patrón y en cada secuencia los personajes son distintos. Nos acostumbramos a las imágenes, cabalgamos en lo sistemático, esperamos a la próxima víctima, Alan Clarke juega con nosotros. Qué rápido nos acostumbramos al horror, cómo el horror se torna sistema, porqué vemos esos asesinatos... ya han pasado cuarenta minutos y el fim ha acabado. Ahora toca pensar, y una vez se empieza cuesta dejar de hacerse preguntas.
En el próximo artículo volveremos a Estados Unidos para ver como el género se ha convertido en un estado mental a través de un retorno del clasicismo.
Branded To Kill (Seijun Suzuki) 1967
El sentido de la imagen está en la propia imagen.
Godard impregnó a todo tipo de cineastas, desde los nuevos talentos hasta los viejos maestros que volvían a la juventud gracias a las alquimias narrativo-visuales que podían verse en Le Mépris, Banda Aparte o Alphaville entre otras. El cine volvía a ser un laboratorio para buscar nuevas fórmulas a través de su naturaleza más elemental. Movimiento, color, sonido, formas, rostros, figuras... Branded To Kill es un ejercicio de estilo que no abandona en ningún momento el juego. Arrastrado por las partes conceptuales del thriller la película se vuelca en estirar y distorsionar todo en una espiral tan fría como cargada de iconografías. Mucho de lo que Tarantino nos da entre adrenalina, humor y buen soul ya lo hacía hace cincuenta años Suzuki sin concesiones al público.
Il Conformista (Bernardo Bertolucci) 1970
Tan sencillo y fascinante como un mito de Platón, como en
esta secuencia donde se explica el mito de la caverna.
Qué difícil es hacer buen cine político y qué importante es cuando el resultado es como en Il Conformista. Excelente adaptación de la novela de Moravia. Una película joven, rabiosa, como nunca más volverá a ser una película de Bertolucci, ese cineasta que dejó algunas de las mejores películas del cine en sus primeros años y que desapareció entre estilismos y posturas a partir de finales de los setenta. Pocas veces una película tan evidente en sus ideas y en como mostrarlas había tenido tantas y tantas lecturas y reflexiones posibles. El trasfondo de Moravia impregna los fotogramas, los colores del director de fotografía Vittorio Storaro, la música de George Delerue o las interpretaciones de Trintignant y Sandrelli. Película absoluta y experiencia sublime. Una entre pocas.
The Long Goodbye (Robert Altman) 1973
¿Qué es más importante, la conversación entre los personajes
o que el mar siga con su murmullo en la noche?
Si Altman tenía un talento que me gusta destacar sobre el resto es el de hacer grandes películas sin historia, o con lo mínimo que se necesite de ella. Cuando su puesta en escena se ve al servicio de una narrativa clásica, o por lo que era famoso en películas corales, lo impuesto y carente de naturalidad afloraba sobre las imágenes. Pero cuando películas como MASH o esta The Long Goodbye se alejan de la trama el arte de Altman es único y virtuoso. Para muchos el mejor Philip Marlowe que se ha hecho en cine, un thriller sin thriller, un misterio desfocalizado del misterio, un protagonista que desaparece de los planos, reflejos, silencios y vacíos. Altman crea poesías viajando a lo real del género y haciendo desaparecer al género en si. El sonido del mar en vez del diálogo crucial entre dos posibles amantes, la noche y las luces del Hollywood desgastado. Una película que se revela con un solo disparo, suficiente para construir un héroe de la categoría de Marlowe. Para un servidor el mejor film de Altman.
La Conversación (Francis Ford Coppola) 1974
Laberintos modernos.
Qué decir del falso remake/homenaje de Blow Up de Antonioni. Una película que se mantiene fresca e intensa, disfrutamos de cada exceso y de toda la pesadilla de soledad del personaje de Gene Hackman. Me gusta imaginarme La Conversación como ese sótano/parking donde vive el protagonista. Un espacio abierto, sin rincones, solo las columnas, nada puede esconderse allí puesto todo está a la vista, pero en esa claridad surge el laberinto, la perdición y el drama kafkiano de este ingeniero de sonido experto en escuchas. El Coppola más juguetón y el más intimo. Un regalo.
Elephant (Alan Clarke) 1989
Las espaldas, los motores de las dudas. La ausencia de información.
Alan Clarke, cineasta radical, creó varias piezas sobre mínimos formales con una complejidad enorme en su lectura. La película que inspira el Elephant de Gus Van Sant es un experimento para televisión. Hombres caminando por calles, descampados, pasillos, gasolineras... seguidos a su espalda por una cámara. El hombre llega a un sujeto y le dispara. Nos quedamos con el cadáver ensangrentado en el suelo. Este proceso una vez, y otra, y otra... cambia en mínimos el patrón y en cada secuencia los personajes son distintos. Nos acostumbramos a las imágenes, cabalgamos en lo sistemático, esperamos a la próxima víctima, Alan Clarke juega con nosotros. Qué rápido nos acostumbramos al horror, cómo el horror se torna sistema, porqué vemos esos asesinatos... ya han pasado cuarenta minutos y el fim ha acabado. Ahora toca pensar, y una vez se empieza cuesta dejar de hacerse preguntas.
En el próximo artículo volveremos a Estados Unidos para ver como el género se ha convertido en un estado mental a través de un retorno del clasicismo.
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