No hay nada más sabido que el "todo cambie para que todo siga igual". Es complicado, dado el control del sistema sobre todo orden, que dichos cambios tengan un efecto real sobre los beneficios de los que siempre mandan. Anticipan, dirigen y se apoderan de la brillantez ajena, hacen de las pequeñas y grandes revoluciones un nuevo vehículo para sacar provecho abusando tanto de la ilusión como de las necesidades populares (o populistas, según se mire).
Como herramienta emocional el cine es un arma de gran poder que todo poderoso sabe que debe controlar, y como es apreciable hace mucho tiempo que ninguna película, en los circuitos donde se nos permite ver películas, nos transforma y nos motiva para llegar a un nuevo lugar. Ellos, llamémosles ellos, nos educan constantemente y nos vedan los márgenes de libertad, transmutan los conceptos y utilizamos erróneamente todas las definiciones porque así no sabremos exactamente qué o cómo decir los sentimientos e ideas que tenemos.
Hay dos casos, masivamente conocidos, de cómo el sistema nos permite creer que las revoluciones son posibles. Por un lado la trilogia de El Caballero Oscuro de Christopher Nolan, y por otro la trayectoria narrativo-artística de la compañía PIXAR. Los medios de comunicación, controlados por ellos, toda opinión generalizada conducida por los mismos, tienen bien asumido que en ambos casos la calidad fílmica es incuestionable, única dentro de un Hollywood agotado. Nuevos estímulos y nuevos puntos de vista que cambian radicalmente el medio y la experiencia que este proporciona.
Curiosamente cuando ciertos colectivos, aún pequeños dentro del marco social, empiezan a empujar hacia otra dirección y desenmascarar las cartas del sistema, esos dos paradigmas de creatividad genial, amparados por Disney y por Warner Brothers, nos proponen dos fábulas sobre la revolución. Dos fábulas que afirman que la revolución debe existir y que es posible, pero que en su cometido final desampara a los revolucionarios hacia el camino del terrorismo, la descomposición de la familia y la paternal idea que sin el sistema que te arrope uno no puede controlar su vida. En ambas propuestas, especialmente en BRAVE y THE DARK KNIGHT RISES, se nos hace creer que tenemos el poder y el derecho de la revolución, de hacer grandes cambios, pero de la misma manera que con una mano nos hacen un hipnótico movimiento con la otra sacan el conejo de la chistera, un caramelo envenenado cargado de doctrina y victimismo.
Es imposible, absolutamente imposible, que el sistema, usando su razón de ser, produzca una película de masas que vaya en contra de sus intereses. Es por eso, que las grandes películas que transforman nuestras ideas y emociones sean aquellas no con grandes marquesinas y lemas inspiradores, sino que desde dentro de lo establecido, desde lo anodino e irrelevante, surjan pequeños cambios dignos de transformar la lectura de toda la propuesta. El film animado CÓMO ENTRENAR A TU DRAGÓN dibuja la clásica historia de amistad, ascensión del héroe, y restablecimiento del orden dentro de la comunidad, un film aparentemente conservador. Son sus pequeñas decisiones en momentos significantes, gestos y detalles ligeros cargados de humanidad los que llevan nuestra mirada a otro nivel. Dejemos de creer aquello donde los poderosos se sienten complacidos, entre ellos y nosotros hay un abismo y en sus dominios no tenemos lugar alguno, tanto en la vida como en el cine.
Como herramienta emocional el cine es un arma de gran poder que todo poderoso sabe que debe controlar, y como es apreciable hace mucho tiempo que ninguna película, en los circuitos donde se nos permite ver películas, nos transforma y nos motiva para llegar a un nuevo lugar. Ellos, llamémosles ellos, nos educan constantemente y nos vedan los márgenes de libertad, transmutan los conceptos y utilizamos erróneamente todas las definiciones porque así no sabremos exactamente qué o cómo decir los sentimientos e ideas que tenemos.
Curiosa lectura de los asentamientos de
Wall Street en The Dark Knight Rises.
Hay dos casos, masivamente conocidos, de cómo el sistema nos permite creer que las revoluciones son posibles. Por un lado la trilogia de El Caballero Oscuro de Christopher Nolan, y por otro la trayectoria narrativo-artística de la compañía PIXAR. Los medios de comunicación, controlados por ellos, toda opinión generalizada conducida por los mismos, tienen bien asumido que en ambos casos la calidad fílmica es incuestionable, única dentro de un Hollywood agotado. Nuevos estímulos y nuevos puntos de vista que cambian radicalmente el medio y la experiencia que este proporciona.
¿Qué tiene de valiente complacer a todo el mundo? Que el
poderío visual y narrativo no nos impida ver el bosque.
Curiosamente cuando ciertos colectivos, aún pequeños dentro del marco social, empiezan a empujar hacia otra dirección y desenmascarar las cartas del sistema, esos dos paradigmas de creatividad genial, amparados por Disney y por Warner Brothers, nos proponen dos fábulas sobre la revolución. Dos fábulas que afirman que la revolución debe existir y que es posible, pero que en su cometido final desampara a los revolucionarios hacia el camino del terrorismo, la descomposición de la familia y la paternal idea que sin el sistema que te arrope uno no puede controlar su vida. En ambas propuestas, especialmente en BRAVE y THE DARK KNIGHT RISES, se nos hace creer que tenemos el poder y el derecho de la revolución, de hacer grandes cambios, pero de la misma manera que con una mano nos hacen un hipnótico movimiento con la otra sacan el conejo de la chistera, un caramelo envenenado cargado de doctrina y victimismo.
Las emociones y decisiones humanas en How To Train Your Dragon
son muchas más revolucionarias sin venderte nunca nada.
Es imposible, absolutamente imposible, que el sistema, usando su razón de ser, produzca una película de masas que vaya en contra de sus intereses. Es por eso, que las grandes películas que transforman nuestras ideas y emociones sean aquellas no con grandes marquesinas y lemas inspiradores, sino que desde dentro de lo establecido, desde lo anodino e irrelevante, surjan pequeños cambios dignos de transformar la lectura de toda la propuesta. El film animado CÓMO ENTRENAR A TU DRAGÓN dibuja la clásica historia de amistad, ascensión del héroe, y restablecimiento del orden dentro de la comunidad, un film aparentemente conservador. Son sus pequeñas decisiones en momentos significantes, gestos y detalles ligeros cargados de humanidad los que llevan nuestra mirada a otro nivel. Dejemos de creer aquello donde los poderosos se sienten complacidos, entre ellos y nosotros hay un abismo y en sus dominios no tenemos lugar alguno, tanto en la vida como en el cine.
pero How to train your dragon es fantastica
ResponderEliminarKeep on writting ma friend, keep on writting...
ResponderEliminarThen, creus que són discursos articulats des d'un punt superior als mateixos creadors dels films i imposats a aquests?
How to train your dragon es una película enorme. La defiendo en todos los sentidos.
ResponderEliminarY sí Eduard, creo que los productores dictan lo que debe hacerse y no, o en todo caso las personas que hacen las películas se dejan llevar por corrientes que les lleven a crear simplezas o discursos adversos.
Por otro lado Disney ha demostrado en muchas ocasiones ser una compañía muy demagoga, doctrinal y manipuladora. ¿Por qué iba a ser diferente ahora?
Crec que aquestes directrius de discurs són imposades d'una manera molt subtil. Probablement les productores no necessiten amenaçar els directors. El sistema crea una marea de grans veritats (aparentment molt justes) que al final es van alimentant a elles mateixes. Cadascún de nosaltres, en un moment o altre, pot ser transmissor d'aquesta matèria. No sé si aquesta situació té solució però potser una bona manera de començar es recuperar lo petit de la nostra percepció del món. Lo popular autèntic, lo emocional autèntic, lo sentimental autèntic i no tota la merda que ja ens hem injectat com a popular, emocional y sentimental (veure xarxes socials...)
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