viernes, 14 de septiembre de 2012

Érase una vez Yuri Norstein: Ajustarse una media

Llegados al quinto y último artículo relacionado con la obra del cineasta Yuri Norstein acabamos este pequeño viaje por las ideas y emociones que encierran sus imágenes, sonidos y movimientos. Si en el primer artículo tratábamos de verbalizar el estilo visual, en el segundo nos acercamos a la trascendencia del cuento y la mística que hay en ellos. En el tercero, a través de La Garza y la Cigüeña, hallábamos el mecanismo que permitía existir el universo nostálgico de Norstein. Finalmente en el cuarto, pensando su Cuento de Cuentos, hacíamos mención de los vínculos que existen y las dualidades que se crean en todas sus obras. Visionados sus films más significativos nos encontramos ante su último, inacabado y aún en producción, mediometraje: El Abrigo, adaptación del cuento de Gogol.

Yuri Norstein y su mujer y colaboradora Francesca Yarbusova,
la ilustradora y diseñadora de todos sus personajes

Ya hablábamos en el primer párrafo de estos cinco artículos de la sensibilidad con la que se mira, desde ciertos puntos de vista, el cine de animación, cómo por su carencia de captar el gesto humano a través de la realidad y de lo real se duda de la cualidad de "cine" del propio cine de animación. Desde los hermanos Lumière nació una tradición fascinada en registrar lo humano (el gesto) con el celuloide; motivo único que diferenciaba el cine de otras artes y expresiones. Puesto que el cine de animación registra un gesto imaginado y construído, y no captado de lo real, se califica con otro nombre y tachándolo de ser otra disciplina.

El problema de estos pensamientos absolutos es que catalogan sistematicamente, privando de la reflexión y de la cercanía sensitiva adecuadas para ver la complejidad de ciertos cineastas. Yuri Norstein no solo comprende el medio y el gesto, sino que hace de él el alma mater de su cine, el motivo existencial por el que nos estremecemos al verlo. No es ver la belleza y la verdad en lo humano, es como alguien antes ha comprendido el más mínimo detalle de lo humano y pueda expresarlo mediante el gesto. Gestos animados con tanta o más verdad que los reales que nos miran directamente y cuestionan nuestro ser.




El hombre y la pluma, la luz y el frío, la fragilidad del gesto

En los pocos ejemplos que se han podido ver de El Abrigo, un hombre escribe en la penumbra en medio del frío. Cada uno de los movimientos animados de ese escribano, hasta el más ínfimo de los detalles, llega a la perfección del medio, hablan vida y nos da igual lo que cuenta, la narración pasa a un plano secundario, lo real se apodera de cada capa de la marioneta de Norstein, y como con el poeta que descifra los entresijos humanos sentimos nuestra tradición más humanista en los gestos, desde cuando se  ajusta el capote para refugiarse del frío hasta en el tacto de la pluma con los dedos. Expresar la vida de un hombre al recolocarse la media que se desliza por la pierna. Es en todo y en la nada, en la mínima partícula del cine de Norstein, que vemos como lo creado trasciendo a lo real transmutando su esencia y mostrándose como uno de los cantos más precisos y ligeros que el cine ha dado, siendo un film inacabado y del cual no sabemos nada. Nos invade un sentimiento trascendental y vemos en el gesto, en la mano que sube la media, lo más cercano a lo inexplicable del porqué nos emociona y nos llena de dudas nuestra propia existencia.

Hasta aquí este conjunto de cinco artículos. Cinco aproximaciones muy personales, y con ello lo subjetivo del análisis, a uno de los cineastas más fascinantes que encuentro en el medio cinematográfico.

Aquí podréis ver su primer trabajo representativo El Zorro y la Liebre (subtitulado en inglés), y aquí fragmentos de su obra inacabada El Abrigo (minutos 2:15, 2:50, 3:38, 4:20, 5:54 y 6:47). Pensad el salto y la evolución que ha dado su cine de ese primer cuento hasta la pureza que alcanza su técnica y expresión en El Abrigo.

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