miércoles, 7 de noviembre de 2012

15 motivos para ver el cine de Michael Powell y Emeric Pressburger: Parte 01

A causa de una profunda admiración que siento por el cine de Michael Powell y Emeric Pressburger quiero compartir en los siguientes cinco artículos aquellas razones, expresadas en 15 motivos formales y narrativos, que hacen de la experiencia de recibir sus historias un acto que va más allá de su tiempo (y del nuestro). En este primer artículo expongo los tres primeros puntos, tres ideas que nacen del vínculo del cine de Powell y Pressburger con los orígenes del cine en si, el periodo mudo y su forma expresiva de crear imágenes y recursos formales.

1 - El silencio y la espera

La fragilidad del movimiento, el suspense
del plano y el desconcierto del personaje.

En la extraordinaria -aunque discreta- cinta bélica The Spy In Black, encontramos la primera colaboración de la pareja Powell-Pressburger. Pressburger en el guión construye unos personajes complejos (dentro del retrato de una historia de serie B) y Powell respeta las ambigüedades de los caracteres en un seguido de suspensos y silencios heredados de la tradición narrativa del cine mudo. La combinación es perfecta. Por un lado los personajes no están encerrados en un los tópicos de buenos y malos del cine bélico y/o thriller. Por el otro, los silencios en el montaje y la puesta escena se transforman en grandes interrogantes, en vacíos que el espectador no sabe como llenar ni como acabar de dibujar a los protagonistas de una historia que hasta su desenlace permanece abierta. Un modelo de cine que desapareció con la entrada de la segunda guerra mundial, con la llegada del panfleto y lo tendencioso, incluso en el cine de Powell y Pressburger. The Spy In Black es única, y por ello imprescindible.

2 - El primer plano

La fuerza del primer plano acompañará a
Powell y Pressburger en toda su carrera.

Hollywood y el cine institucionalizado fue mermando película a película el sentido emocional del primer plano. En el cine mudo el misterio del rostro humano cobraba una dimensión única en la historia de la representación, por primera vez podía verse la cara de una persona en movimiento, sus gestos, de tamaño irreal con toda la magia que ello implica. El cine diviniza el rostro en su raíz más primaria. En cambia, los standartes de Hollywood transformaron esa mística en explotación y cambiaron el sentido del primer plano en un mero reclamo de estrellas impunes a la edad y a lo real. Powell y Pressburger mantienen sus cine vinculado al origen, y sus primeros planos son de una fuerza rabiosa.

3 - Sin red de protección, sin límites

Seis minutos, somos un personaje más en la noche.

Desde el inicio de la carrera de Powell, hasta el final, la libertad creativa iba cogida de la mano con el éxito de sus películas. La libertad del no fracaso permitió a la pareja de realizadores ejercer sin miedos las ideas de puesta en escena y de guión, a menudo muy arriesgadas, que acabarían formando su estilo y su trascendentalidad. En el inicio de Un Cuento de Canterbury -aunque se trate de un film panfletista e irregular- encontramos una apuesta extraordinaria por el formalismo más personal. La película, tras un prólogo que ya comentaremos más adelante, empieza con la llegada de tres personas en medio de la noche en un pequeño pueblo escocés. La oscuridad de un negro real se ve interrumpida por pequeños focos de luz de las linternas. Seis minutos sin rostros, sin protagonistas, solo figuras en la noche. Fascinante, magnético. Un inicio que te introduce en una comedia costumbrista -muy especial- como si fuese cine de terror y misterio. Ante todo un atrevimiento lleno de estímulo.

En el próximo artículo hablaremos de la figura de la mujer en el cine de Michael Powell y Emeric Pressburger.

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