Si debo recomendar un libro a alguien, conocido o desconocido, suelo repetir la misma opción, El Almanaque de Mi Padre, de Jiro Taniguchi. Un cómic (novela gráfica, para los que les guste categorizar) sobre la memoria y lo emocional que implica reconstruir el recuerdo.
La fórmula de Taniguchi es en su esencia clasicista. Un relato bien estructurado sobre un adulto que debe regresar a su infancia a través del recuerdo para restiuar la figura paterna en su vida. El arte y la narrativa de Taniguchi, muy cercanos a los de Yasuhiro Ozu, hacen respirar el tiempo dentro de las viñetas, y el tiempo de una fisicidad tangible se hace presente a través de la pulcritud de la línea entintada. La presencia del tiempo es a su vez lo real de los sentimientos, de la fuerza del objeto inmóvil, del estatismo de la figura humana y de la emoción suspendida en la mirada de cada personaje.
En cualquier obra de Taniguchi, especialmente en la más costumbristas, reina lo cotidiano como si fuese cómplice y objeto natural de cualquier cómic y dibujo. Transcurren las viñetas como quien cambia de habitación para buscar algo en el armario de la cocina. Se van sumando en el inconsciente los gestos dibujados e interpretados hasta llegar a un desenlace que desborda lo cotidiano en un clímax de fuerza insospechada. Lo milagroso de Taniguchi es producir la lágrima cargando nuestra percepción de naturalidad y no de dramatismo. No implica que en la obra, como en Ozu, y en este aspecto más kurosawaiano, los hechos históricos que narran las viñetas sean en ocasiones brutalmente dramáticos, pero en el fondo, y desde la perspectiva, el colosalismo dramático es a fin de cuentas las migas de una comida de pequeños detalles que son el motivo de ser de la obra, y como entiende Taniguchi de la vida.
El Almanaque de Mi Padre es un imprescindible, un deleite del reposo y de lo humano, y de la intensidad de acercarse a la esencialidad del discurso narrativo y vital. Seas aficionado a los cómics o no, a la literatura o al cine, El Almanque de Mi Padre es una oportunidad que no puede ser desaprovechada, de sentirte persona a través del arte.
El almanaque de mi padre (Jiro Taniguchi) Ed. Planeta de Agostini, 2009
¿Quién piensa en el dibujo cuando
miramos el reflejo de un espejo?
La fórmula de Taniguchi es en su esencia clasicista. Un relato bien estructurado sobre un adulto que debe regresar a su infancia a través del recuerdo para restiuar la figura paterna en su vida. El arte y la narrativa de Taniguchi, muy cercanos a los de Yasuhiro Ozu, hacen respirar el tiempo dentro de las viñetas, y el tiempo de una fisicidad tangible se hace presente a través de la pulcritud de la línea entintada. La presencia del tiempo es a su vez lo real de los sentimientos, de la fuerza del objeto inmóvil, del estatismo de la figura humana y de la emoción suspendida en la mirada de cada personaje.
En cualquier obra de Taniguchi, especialmente en la más costumbristas, reina lo cotidiano como si fuese cómplice y objeto natural de cualquier cómic y dibujo. Transcurren las viñetas como quien cambia de habitación para buscar algo en el armario de la cocina. Se van sumando en el inconsciente los gestos dibujados e interpretados hasta llegar a un desenlace que desborda lo cotidiano en un clímax de fuerza insospechada. Lo milagroso de Taniguchi es producir la lágrima cargando nuestra percepción de naturalidad y no de dramatismo. No implica que en la obra, como en Ozu, y en este aspecto más kurosawaiano, los hechos históricos que narran las viñetas sean en ocasiones brutalmente dramáticos, pero en el fondo, y desde la perspectiva, el colosalismo dramático es a fin de cuentas las migas de una comida de pequeños detalles que son el motivo de ser de la obra, y como entiende Taniguchi de la vida.
La emoción en la viñeta, una y otra vez, de la unidad al todo.
El Almanaque de Mi Padre es un imprescindible, un deleite del reposo y de lo humano, y de la intensidad de acercarse a la esencialidad del discurso narrativo y vital. Seas aficionado a los cómics o no, a la literatura o al cine, El Almanque de Mi Padre es una oportunidad que no puede ser desaprovechada, de sentirte persona a través del arte.
El almanaque de mi padre (Jiro Taniguchi) Ed. Planeta de Agostini, 2009
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