Robert McKee, el gurú del guión hollywoodiense, explica en El Guión (su manual de escritura cinematográfica) un principio fundamental del sentido del drama. Un principio tan sencillo como definir etimologicamente el significado de la palabra "emoción".
Un sentido tan básico como rotundo, y a su vez de una concreción pasmosa. Cuando miramos un cuadro o leemos un libro, por ejemplo, para darle la categoría de arte le exigimos a esa obra una cualidad muy específica, y en la mayoría de casos no sabríamos decir exactamente que es. Podemos pedirle que nos haga pensar, que nos haga cambiar de opinión, nos impacte, nos enternezca o nos entristezca, o que produzca una sonrisa a través de su ingenio o ironía. En una palabra, que nos mueva. Que vayamos de un estado inicial a uno diferente. de A a B, de un gris a otro, de un vacío a un todo, del universo a una partícula... que el efecto nos afecte traducido en dinámicas.
En el cine evidentemente sucede lo mismo. Afinando algo más el principio se podría aplicar tanto a la obra como a la partícula. El cine es movimiento por naturaleza, su partícula (el fotograma) por si solo no es cine, necesita de otro fotograma para crear el efecto del movimiento, por lo tanto es necesario mover para que el propio motor del mecanismo fílmico pueda existir. Disminuyendo el valor de la escala llegamos al plano. Cada plano por si solo tiene que emocionar, debe ser nueva información que cambie el sentido de lo que estamos viendo (¿que sentido hay en ver dos planos iguales o con la misma información?), cuando sucede eso, dos planos seguidos con informaciones redundantes, nos aburrimos (sea cine comercial o de un caracter más de autor), en una falta de dinamismo el estatismo permite que salgamos mentalmente de la narración. El siguiente paso es la escena (o secuencia, como quiera llamarse). El motivo básico de una secuencia es hacer fluir y evolucionar la historia dentro del acto al que pertenezca. Los tres actos (siendo aristotélicos), introducción, nudo y desenlace. Tres arcos dramáticos que sirven para crear preguntas y resolverlas, para añadir conflictos y concluirlos, grandes movimientos de valores más generales. Y finalmente el tema y la tesis de la película, el gran arco que viaja del primer fotograma hasta el último, incluso a veces va más allá de la duración de la película. Una gran pregunta que al final se resuelve. El sentido de haber visto la película, la lógica de la experiencia.
Aunque parezca una explicación académica y clasicista, este principio puede existir (modificando quizá algunos conceptos) en cualquier tipo de narrativa. El mejor cine experimental suele basarse en dinámicas emocionales que hacen que no paremos de recibir información, aunque la información sea abstracta. En un videoclip, que no deja de ser mayoritariamente una pieza experimental, su estructura nace de los arcos dramáticos aristotélicos que se encuentran en la estructura clásica de una canción desde clásica a pop. Y así podríamos seguir en infinidad de casos. Qué científico principio para llegar al corazón de lo inexplicable, movimientos invisibles que han perdurado en la naturaleza de las personas desde el primer mito alrededor de una hoguera al cañón de luz sobre una pantalla blanca.
Del latín (emotio, emotionis), nombre que se deriva del verbo emovere. Este verbo se forma sobre movere (mover, trasladar, impresionar) con el prefijo e/ex- (de, desde) y significa retirar, desalojar de un sitio, hacer mover.
Un sentido tan básico como rotundo, y a su vez de una concreción pasmosa. Cuando miramos un cuadro o leemos un libro, por ejemplo, para darle la categoría de arte le exigimos a esa obra una cualidad muy específica, y en la mayoría de casos no sabríamos decir exactamente que es. Podemos pedirle que nos haga pensar, que nos haga cambiar de opinión, nos impacte, nos enternezca o nos entristezca, o que produzca una sonrisa a través de su ingenio o ironía. En una palabra, que nos mueva. Que vayamos de un estado inicial a uno diferente. de A a B, de un gris a otro, de un vacío a un todo, del universo a una partícula... que el efecto nos afecte traducido en dinámicas.
Constantes cambios en todos sus valores.
En el cine evidentemente sucede lo mismo. Afinando algo más el principio se podría aplicar tanto a la obra como a la partícula. El cine es movimiento por naturaleza, su partícula (el fotograma) por si solo no es cine, necesita de otro fotograma para crear el efecto del movimiento, por lo tanto es necesario mover para que el propio motor del mecanismo fílmico pueda existir. Disminuyendo el valor de la escala llegamos al plano. Cada plano por si solo tiene que emocionar, debe ser nueva información que cambie el sentido de lo que estamos viendo (¿que sentido hay en ver dos planos iguales o con la misma información?), cuando sucede eso, dos planos seguidos con informaciones redundantes, nos aburrimos (sea cine comercial o de un caracter más de autor), en una falta de dinamismo el estatismo permite que salgamos mentalmente de la narración. El siguiente paso es la escena (o secuencia, como quiera llamarse). El motivo básico de una secuencia es hacer fluir y evolucionar la historia dentro del acto al que pertenezca. Los tres actos (siendo aristotélicos), introducción, nudo y desenlace. Tres arcos dramáticos que sirven para crear preguntas y resolverlas, para añadir conflictos y concluirlos, grandes movimientos de valores más generales. Y finalmente el tema y la tesis de la película, el gran arco que viaja del primer fotograma hasta el último, incluso a veces va más allá de la duración de la película. Una gran pregunta que al final se resuelve. El sentido de haber visto la película, la lógica de la experiencia.
Norman Mclaren nos mueve con sus líneas en movimiento.
Aunque parezca una explicación académica y clasicista, este principio puede existir (modificando quizá algunos conceptos) en cualquier tipo de narrativa. El mejor cine experimental suele basarse en dinámicas emocionales que hacen que no paremos de recibir información, aunque la información sea abstracta. En un videoclip, que no deja de ser mayoritariamente una pieza experimental, su estructura nace de los arcos dramáticos aristotélicos que se encuentran en la estructura clásica de una canción desde clásica a pop. Y así podríamos seguir en infinidad de casos. Qué científico principio para llegar al corazón de lo inexplicable, movimientos invisibles que han perdurado en la naturaleza de las personas desde el primer mito alrededor de una hoguera al cañón de luz sobre una pantalla blanca.
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